martes, 30 de junio de 2009

Samantha

El capitán está en el puente de mando... está viendo de nuevo a la mar. Su cara es inexpresiva, pero sus ojos cuentan lo que pasa por su mente. Y en ellos se ve que la mar lo lleva a otro lugar, olvida el barco, olvida el mundo y está donde no hay más que él y un eterno bienestar. Los que le conocen dicen que es serio, pensativo y encuentran soledad en el... menos cuando está contemplando la mar.
Cuando en el mar hay turbulencia el capitán se pone de pie como si con su voluntad pudiera calmar la marea... y permanece así esperando a que el agua se calme, hasta que pueda ver algo de la vida marina que él tanto disfruta. Y si por su voluntad fuera, peramecería todo el tiempo viendo a la mar.


Al fin regresa a su cama, a descansar como lo tiene merecido. Formó parte de la tripulación en una reciente misión espacial. Siempre había querido viajar al espacio como muchos otros han soñado. Y en verdad ha disfrutado su viaje, aunque sólo fue una aproximación a su sueño: la estrella roja.
Hace algún tiempo desde un observatorio, miró hacia el cielo. Entre tantas estrellas y planetas, un punto rojo resaltó y llamó su atención por sobre los demás puntos luminosos que parecían intermitentes, notó algo muy especial en aquél astro, y desde entonces espera cada noche un cielo despejado para poder ver esa estrella roja en todo su esplendor.
Cuando su misión llegó, ubicó la estrella roja, al fin la podía ver un poco más de cerca, al fin la podía observar sin que la atmósfera deformara su brillo, al fin... pero la estrella seguía estando tan lejos... tan lejos y tan cerca en esta ocasión.
Y llegó el momento de regresar a casa, así que volvió a alzar la mirada para recordar cómo se veía la estrella roja desde donde pocos habían podido estar... sonrió y se preguntó si algún día sería capaz de llegar a ella.


Una señora encontró un jardín. Parecía un jardín descuidado a simple vista, pero ella tenía una gran imaginación y bastaron unos segundos de observar aquél jardín para dibujarlo en su mente bien arreglado y verlo florecer como un jardín lleno de vida, de belleza y de energía que llegaría a quien lo cuidara y a quien lo viera. Pero el jardín parecía caprichoso, algunas flores eran frondosas y coloridas mientras que otras parecían marchitarse sin razón.
La señora decidió regar el jardín a diario, cuidar las flores y arbustos en todos los aspectos hacer una labor mejor que la que un jardinero podría llevar a cabo, y así lo intentó... pero parecía que las flores se negaban a que les diera el sol.
Y entonces ella se dio cuenta de que el jardín tenía un secreto, no sabía cual, pero seguiría cuidando el jardín esperando algún día descifrar el secreto que ocultaba, y así lograr que las flores dejaran que les diera el sol. Quizá aquél día llegue, y la señora pueda ver frente a sus ojos lo que vio dibujado en su mente.



Tú eres mi mar, mi estrella roja, mi jardín y más...

1 comentario:

  1. Que cursi! pero está bueno...no que las locuras de un tal Chucho Pérez que echa a las mujeres al agua para que se ahoguen

    ResponderEliminar